El mundo de la relojería estuvo, en su mayor parte, tranquilo este año. A menudo, lo que obtenemos de las marcas de relojes suizos en nuestra era relojera moderna y contemporánea son modelos portátiles muy bien elaborados y que carecen de fantasía. El concepto totalmente estadounidense de vestimenta informal o athleisure se ha extendido por todo el mundo, y con él viene la predilección imposible por los relojes deportivos. Son “comodidad” y “conveniencia”, bien vestidos. Lo cual, en mi opinión, no está tan lejos (espiritualmente) de la ropa deportiva de alta gama. Es por eso que muchos de nosotros nos sumergimos en la madriguera del conejo antiguo en busca de ideas antiguas que podrían verse bien hoy en día. Por desgracia, nos vemos arrastrados por la nostalgia. Mi esperanza es que las marcas de relojes se den cuenta pronto de que tienen el poder de marcar la agenda y no tengan que vivir en perpetua servidumbre a la demanda de los consumidores. Construye y ellos vendrán. Como dijo una vez mi ídolo literario, ex editor, editor en jefe de Women's Wear Daily y editor fundador de la revista W, John Fairchild, en su tomo mordaz y chismoso Chic Savages: “La forma de toda moda comienza con la silueta, pero también Sólo unos pocos diseñadores son capaces de crear una nueva silueta. Y son estos diseñadores, los gigantes, cuyos estados de ánimo seguimos… Son nuestros héroes y, a veces, nuestras pesadillas.