Desde sus triunfos de aficionados, como ganar el campeonato irlandés aficionado a Close a los 15 años y ganar una medalla de plata en el Abierto de 2007 cuando era adolescente, hasta su primera victoria profesional en 2009, Rory me otorgó a mí y a Irlanda del Norte de la BBC a su mundo.
A menudo me decía cuánto significaba compartir su viaje con las personas en casa, una conexión con sus raíces que sigue siendo vital para él hoy.
Todavía sonrío pensando en el momento en que le di un ascensor a Rory desde el aeropuerto después del Abierto de 2007. Su entusiasmo era contagioso al contar sus mejores disparos, y terminamos reviviéndolos en el verde que sus padres habían construido en su casa.
Esos momentos revelaron la alegría y la pasión que creo que todavía lo definen.
Cuando Rory irrumpió en el escenario global, estuvimos allí para su debut de Masters en 2009 y, dos años después, por el desgarrador colapso cuando dejó que una ventaja de cuatro disparos se escapara en la ronda final en Augusta.
Rory no rehuyó el dolor.
Momentos después de terminar, nos dio una entrevista llorosa, y solo una semana después, abrió nuevamente en casa en Irlanda del Norte para un documental especial.
Nunca olvidaré lo que dijo: el revés no lo inmutó y confía en que una gran victoria fue cerca.
Fiel a su palabra, menos de dos meses después, Rory silenció a los escépticos con una victoria récord de ocho disparos en el US Open.
Era el Día del Padre, y las imágenes que capturamos de Rory abrazando a su padre, Gerry, sigue siendo un recuerdo atesorado.
Volando de regreso a Irlanda del Norte con él después de ese triunfo, vi lágrimas en sus ojos mientras veía a Holywood desde el avión descendiendo al aeropuerto de la ciudad de Belfast.
Su emoción al traer ese trofeo a casa era palpable.