Vacío de acero, luces parpadeantes y el oleaje silencioso del material en movimiento. El show AW25 de Issey Miyake, (N) o (n) oestaba moda en su forma más pura y contemporánea. Organizado en el Carrusel du Louvre en el centro de París, la colección se desarrolló como una escultura viva inspirada en Erwin Wurm's Esculturas de un minuto.
Al principio, las prendas estaban enteras, estructuradas, contenidas. Luego, como si por segunda naturaleza, se desentrañaron, se estiraron, se transformaron. La ropa se desnudó, se reelaboró y se volvió a trabajar hasta que los cuerpos estaban envueltos en Plissé. Este era un arte portátil, pero más que eso, se trataba del ritual de vestirse y desvestirse y el poder y la vulnerabilidad que se entrelaza inherentemente en el acto.
Rojo, azul, verde y rosa pintaron la pista. Entonces surgió la pregunta: ¿es eso un bolsillo o un abrazo? ¿Una manga o un cinturón? La colocación de los bolsillos forzó los brazos a los gestos autoconstructivos, como si las prendas acunaran al usuario. Los zapatos blancos ponderados conectaron a tierra las estructuras plisadas de arriba. Las mangas se convirtieron en sombreros, bolsillos de collares y chaquetas de mezclilla colapsadas en bolsas y bolsas de compras en blanco transformadas en camisas. Todo era portátil, pero inesperadamente.
Luego llegó un regreso a la normalidad, o algo así. Los looks a medida surgieron, chalecos blancos crujientes en capas sobre camisas azules de poplín. Los momentos monocromáticos se mantuvieron firmes. El blanco nunca desapareció realmente; nunca fue completamente consumido por el color.
Y al final, un cambio. Voluminosas formas negras tropezaron con la pista: palitos de almohada de tamaño natural con borlas detrás. Peplum fue reinventado, despojado de género. Pantalones abstractos se torcieron en siluetas de cuatro patas, porque quién, o que¿Miyake se viste? Los bolsillos doblados se volvieron hacia afuera y se convirtieron en pantalones angulares. El aspecto final presentaba caras de punto (sombreros), oculto en tela en cascada (vestidos). Es un recordatorio de que una prenda es tan poderosa como la forma en que se usa.
Fotografía cortesía de Issey Miyake.








