En un mundo donde las crisis compiten por la atención, Afganistán, que alguna vez estuvo a la vanguardia de la ayuda internacional y la cobertura de los medios, ahora se encuentra en las sombras. Este año, la atención mundial se ha centrado abrumadoramente en las víctimas de las guerras en Gaza, Sudán y Ucrania.
Las múltiples crisis que azotan a Afganistán apenas han aparecido en los titulares de los medios internacionales y, sin embargo, persisten. Los afganos soportan crisis humanitarias, climáticas y económicas cada vez más graves, caracterizadas por una pobreza extrema, inseguridad alimentaria y una ayuda cada vez menor.
En 2024, 23,7 millones de personas (más de la mitad de la población) necesitaron asistencia humanitaria. Los informes muestran que Afganistán tiene la cuatro mayor número de personas que enfrentan hambre grave y escasez de alimentos. Unos 12,4 millones de afganos no saben de dónde vendrá su próxima comida, colocando a su país entre los primeros”puntos críticos de hambre”junto a Palestina, Yemen, Haití y Siria.
Alrededor del 80 por ciento de familias viven con menos de 1 dólar al día por persona. Casi cuatro millones de niños, mujeres embarazadas y madres lactantes están desnutridos. Estas circunstancias, ya de por sí terribles, se ven exacerbadas por los frecuentes desastres naturales de los que las comunidades no tienen la capacidad de recuperarse.
Terremotos, inundaciones y deslizamientos de tierra devastan periódicamente el país. Por ejemplo, en octubre de 2023, varios terremotos de magnitud 6,3 sacudieron la provincia de Herat, matando al menos a 2.000 personas e hiriendo a miles más. Más de 10.000 viviendas quedaron destruidas y más de 20.000 sufrieron graves daños. Al menos 275.000 personas se vieron afectadas y necesitaban asistencia.
A pesar de algunos esfuerzos de socorro inmediatamente después de los terremotos, Herat sigue devastada. Miles de familias se enfrentan a un mal tiempo por segundo invierno sin vivienda permanente ni acceso adecuado al agua, los alimentos y el saneamiento. Las escuelas destruidas no han sido reconstruidas.
El cambio climático también ha afectado a Afganistán. A pesar de contribuir con menos del 0,1 por ciento de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, se encuentra entre los 10 países más vulnerables al cambio climático. Problemas como la sequía y la escasez de agua son particularmente graves.
En Kabul, la escasez de agua se ha vuelto tan grave que UNICEF advirtió este año que la ciudad podría quedarse sin agua subterránea para 2030 si no se toman medidas inmediatas. La falta de agua amenaza no sólo a las poblaciones urbanas sino también a las comunidades rurales donde las sequías han devastado la agricultura y la ganadería locales.
Afganistán también ha luchado contra una economía débil. El desempleo ha duplicado desde el año pasado, mientras que el retorno forzoso de ciudadanos afganos desde el vecino Pakistán ha cortado vías de vida económicas vitales. A pesar de la creciente hostilidad hacia los afganos en los países vecinos, la emigración continúa a un ritmo elevado. Unos ocho millones de personas han abandonado el país desde 2020, según la Organización Internacional para las Migraciones.
Muchas familias consideran irse no sólo por las dificultades económicas sino también porque a las niñas y mujeres se les niega educación y empleo.
Estas múltiples crisis son claramente visibles en Kabul. Al no tener acceso a empleos, muchas mujeres se ven obligadas a mendigar con sus hijos en las calles, mientras los niños venden bolsas de plástico, lustran zapatos y recogen basura para ganar dinero. Muchos trabajadores y carretilleros se han dedicado a la mendicidad, a menudo esperando fuera de las panaderías para recibir sobras de pan.
A pesar de la gravedad de la situación, Afganistán rara vez aparece en los titulares internacionales. Este silencio es especialmente desgarrador si se tiene en cuenta el creciente número de niños que se ven obligados a trabajar incluso en el frío del invierno para ganarse la vida. Sus historias de sufrimiento merecen ser escuchadas y reconocidas.
Sin embargo, Afganistán necesita más que atención. Requiere una acción significativa. La comunidad internacional debe reconocer que la difícil situación del pueblo afgano es tan urgente como la de las poblaciones de Gaza, Sudán y Ucrania. Un Afganistán asolado por la pobreza y el desastre, abandonado por la comunidad internacional, sólo puede ser una fuente de inestabilidad en la región.
Para romper permanentemente el ciclo del hambre y la pobreza, la comunidad internacional, las ONG y los países donantes deben invertir en soluciones sostenibles a largo plazo. Estas incluyen la construcción de canales de irrigación y represas, el desarrollo de la agricultura y la ganadería, la mejora de la infraestructura y la creación de empleos. Estos esfuerzos ayudarán a la población rural a permanecer en sus comunidades, trabajar sus tierras y asegurar un futuro mejor para sus hijos. El desarrollo rural inevitablemente también ayudaría a prosperar a los centros urbanos.
El sufrimiento silencioso del Afganistán y su difícil situación requieren medidas urgentes. Al abordar las causas profundas de sus crisis, la comunidad internacional puede restaurar la esperanza y la dignidad de su pueblo y trabajar por un mundo próspero en el que ninguna nación quede atrás.
Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no reflejan necesariamente la postura editorial de Al Jazeera.